Israel: democracia y la coexistencia

Libertad, Igualdad y Participación, son las cualidades que plantea Aristóteles para un buen gobierno. Estas se mantienen hasta el día de hoy. Estos son los tres pilares fundamentales de la democracia.

Israel, creado por las Naciones Unidas en 1948, es un Estado que es supuestamente “democrático” y que incluso, para la comunidad internacional reúne los tres pilares que heredamos de Aristóteles.

Foto 1 - 23 de julio de 2013

Sin embargo, detrás de este “Estado Democrático”, nos encontramos con una ideología: El Sionismo. Su fundador, Theodor Herzl, definió la cuestión judía como una cuestión nacional, cuya resolución implicaría convertirla en un problema de política internacional. Dado que los judíos serían un pueblo y sus intentos de asimilación en los países por donde se diseminaron tras la “diáspora” habrían sido imaginarios, de lo que se trata es de separarlos de los “no-judíos” y darles un “hogar nacional” (Palestina o Eretz Israel, la tierra que les pertenecería por “derecho bíblico”) donde pudieran resguardarse del antisemitismo, según ellos, inherente al género humano. En sus propias palabras:

“La solución de la cuestión judía no consistía en luchar para acabar con el antisemitismo y conseguir la total igualdad de los judíos en los países donde vivían, sino en separar a los judíos de los que no lo eran (…)”

Como se ve, el sionismo se basa en algunos postulados que lo convierten en una ideología profundamente racista y segregacionista.

Por un lado, considera que los judíos son un pueblo y no una comunidad religiosa y que Palestina fue y sigue siendo la tierra del pueblo judío; en definitiva, que el antisemitismo y la persecución son un peligro latente para éste.

Aún así, palabras como “democrático” son falsos sinónimos del sistema institucional israelí, ya que son 750 mil palestinos que son ciudadanos israelíes, que  constituye algo menos del 20% de la población y son tratados como una minoría de cuarta categoría denominada “no judíos”. Estos se enfrentan al racismo más puro que hayamos conocido, ya que al declararse como un “Estado Judío”, se está adoptando a priori una identidad excluyente. Entonces, nos encontramos con que existe un Estado excluyente, que no respeta por igual a todos sus ciudadanos.

¿Aún existen dudas de que el Estado de Israel no es una democracia? Sigamos entonces. Los árabes israelíes, -no judíos-  no tienen derechos de retorno y por supuesto ningún tipo de derechos reservados exclusivamente a los judíos. Tenemos leyes como la dictada en 2007, que prohíbe comprar tierras. Otra ley, es la prohibición que rige desde 2003, que impide a los palestinos de Cisjordania reunirse con sus familias dentro de Israel.

Podría dedicar líneas más al relato y explicación de por qué el Estado de Israel no es una democracia y sí es precisamente un Estado opresor, excluyente, el cual se ha transformado en un Estado Apartheid.

Esto no es todo. En la actualidad el Estado de Israel está llevando a cabo unos de los planes más tenebrosos de la época contemporánea. Nuevamente nos encontramos con una política persistente de exterminio y de segregación. Se trata del Plan Prawer, proyecto que descaradamente plantea una segunda Nakba (en árabe ‘catástrofe’). Este es el término que los palestinos utilizan para el comienzo de la desposesión y desarraigo de su patria Palestina, y se inició el mismo día que Israel declaró su independencia. Entonces, más de 540 aldeas palestinas fueron destruidas, 750 mil palestinos fueron expulsados de su territorio y  hoy existen más de 5 millones de refugiados repartidos por el mundo, donde no tienen una nacionalidad, no tienen un pasaporte y no gozan de la condición de ciudadanos con derechos o garantías constitucionales.

Sin embargo, a 65 años del Nakba, los palestinos en Israel, en los territorios ocupados y en la diáspora, volvemos a ver indicios de un escenario no muy diferente al de un 15 de mayo de 1948. El plan en disputa es que el gobierno de Israel quiere tomar  por la fuerza la posesión de los territorios del Naqab -ubicado entre las fronteras de Egipto y Jordania-, donde reside población esencialmente beduina, es decir, árabes palestinos, también conocidos como “los habitantes del desierto”.

Nuevamente se desplazará forzosamente a más de 70.000 palestinos de sus hogares en el desierto del Naqab, con 850.000 kilómetros cuadrados confiscados, y por lo menos 40 aldeas destruidas. Estos serán los resultados del Plan Prawer.

La mayoría de esas aldeas, según la Asociación de Derechos Humanos de Israel, ya existían antes de la creación de Israel, mientras que otras fueron construidas en los años cincuenta, respondiendo a la exigencia israelí de sedentarización de los beduinos. Claro que para Israel son poblaciones “no reconocidas”, y, por tanto,  no tienen derecho a los servicios que debería proporcionar el Estado, como agua, luz, alcantarillado, sanidad, educación o carreteras, y que periódicamente son arrasadas total o parcialmente. Nuevamente sumamos más antecedentes para probar que Israel no es una democracia.

Más preocupante es que distintos líderes sionistas en las distintas partes del mundo están propagando un discurso  que confunde a la comunidad internacional y a la sociedad civil. Han intentado insertar en el inconciente colectivo el término de ‘coexistencia’, que está muy lejos de ser real. Para que no haya duda, la Real Academia Española define ‘coexistencia’ muy claramente: Existir una persona o cosa a la vez que otra. El tema es que líderes sionistas intentan de hablar de una coexistencia en la cual palestinos e israelíes vivan y convivan en un mismo marco político en total armonía. Tengo certeza de que ni ellos mismos creen en su propio discurso. ¿Es posible que Israel y dirigentes sionistas busquen una coexistencia, si el Estado que representan tiene intereses de desplazar y desarraigar por segunda vez a un pueblo?

No estoy defendiendo la bajeza y superficial argumentación de que el Estado de Israel debe desaparecer ¿cómo podría alguien defender dicho argumento? Estoy diciendo, que una vez que garanticemos el derecho a existir en un ambiente donde existan, al menos relativamente, la libertad, igualdad y la participación, tantos palestinos e israelíes, tendremos un futuro esperanzador y la posibilidad de vivir colectivamente. Aquí debemos luchar para que las correlaciones de fuerzas abran un camino donde no exista un poder dominante por sobre otro. La figura de ocupante y ocupado debe terminar en cuanto antes.

Finalmente, una gran frase de Aristóteles “Todos los gobiernos mueren por la exageración de sus principios”.

Acerca  del Autor

Fernando Manzur Freig, chileno, 26 años de edad. Egresó del Colegio Árabe de Santiago en el 2005 y es ahora estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Gabriela Mistral. En el 2012 fue candidato a concejal por la Comuna de Recoleta. Es dirigente juvenil, Ex vicepresidente del directorio juvenil, Club Palestino (Santiago).Ex presidente de de la Unión General de Estudiantes Palestinos (UGEP) período 2011 y 2012. Además es parte del directorio de la Federación Palestina de Chile. Twitter: @FernandoManzurF

 

Fuente: Fernando Manzur Freig – Israel, Democracia y la coexistencia. / 23 de julio de 2013

 

 

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