Palestina, una historia que hay que volver a contar

Paul J. Balles

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Paul J. Balles reescribe la historia de Palestina, recordándonos brevemente y en términos sencillos los hechos básicos e innegables de la peor, de la más obstinada y premeditada injusticia del mundo.

Tengo una historia que contar. Esta historia se contó antes. Se puede encontrar en varios lugares dentro y fuera de internet, pero no la han leído las personas suficientes. Si lo hicieron, no han profundizado en ella.

Es una narración que en la actualidad está fuera de las noticias de los últimos acontecimientos: la crisis financiera de Europa, la primavera árabe con sus rebrotes, los movimientos de ocupación y las elecciones de Estados Unidos.

El caos ha mantenido los focos fuera de Palestina, pero el problema sigue, y la historia debe contarse hasta que suficiente gente le preste atención y comparta la simple verdad.

Encargados de implantar el mito de Sión

Cualquiera que haya leído algo de la historia de Palestina sabe que los judíos originarios y los palestinos no tenían ningún problema para llevarse bien. Vivían, trabajaban y jugaban en la misma tierra de Palestina. Sin embargo, esta no es la manera en que se cuenta en el crédulo occidente por los fabricantes del mito de Sión.

Los problemas comenzaron cuando los judíos en Europa inventaron el sionismo para aquellos judíos que querían un Estado para escapar del antisemitismo en Europa.

A veces, se puede escuchar uno de estos intentos sionistas de distraer a las personas de la verdad llamando antisemita a cualquiera crítica del sionismo.

Existe una brecha enorme entre esas acusaciones y la realidad. Los judíos europeos no son semitas excepto en el uso del hebreo como una de las lenguas semíticas. Los palestinos son semitas por la misma razón lingüística: utilizan una lengua semítica.

Llamar antisemitas a los antisionistas no es más que una maniobra de propaganda diseñada para acallar a los críticos del sionismo.

Los sionistas mintieron mucho sobre su camino para conseguir Palestina. Según el historiador israelí Ilan Pappe, “dijeron que Palestina estaba vacía cuando los colonos judíos llegaron allí”.

Los sionistas también difundieron la mentira de que “Israel era una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra,” dice Phyllis Bennis, del Instituto de estudios políticos. Palestina no estaba vacía. Había haciendas y aldeas y ciudades con carreteras y comercio, una cultura y una sociedad avanzada. El 96% de la población era musulmana o cristiana en el siglo XIX.

El engaño británico sobre la colonización

Tras la Primera Guerra Mundial, 65.000 judíos emigraron a Palestina cuando Gran Bretaña implementó la declaración de Balfour, que los británicos no tenían derecho a hacer, erigiendo un Estado por fuera de la tierra Palestina.

Los británicos habían prometido autogobierno a los palestinos. En la década de 1920 apoyaron el movimiento sionista, negando el derecho de autodeterminación al pueblo de Palestina.

Los enfrentamientos comenzaron cuando los colonos judíos intentaron apoderarse de tierras pertenecientes a los palestinos. En la década de 1930, la población judía permaneció por debajo del 17%.

Después de que Hitler subió al poder, 174.000 judíos huyeron a Palestina, doblando la población judía. Llegaron más, se sumaron 119.000 en cinco años.

Este ha sido el patrón desde entonces. Traer colonos a Palestina bajo la colonización israelí y negarse a dejar de construir asentamientos en tierras palestinas.

Una conferencia en marzo de 2011, organizada por Palestine Society of London University’s School of Oriental and African Studies (SOAS): “El pasado está presente: el colonialismo en Palestina”, trataba de abordar la cuestión de la colonización. Su objetivo era:

… para comprender el sionismo como un proyecto colonial que ha sometido durante más de un siglo a Palestina y los palestinos a una forma estructural y violenta de destrucción, despojo, apropiación de tierras y su eliminación en la búsqueda de una nueva sociedad israelí judía.

… para el sionismo, como otros proyectos coloniales como la colonización británica de Irlanda o la colonización europea de América del Norte, Sudáfrica o Australia, el imperativo es controlar la tierra y sus recursos y desplazar a los habitantes originales.

Cuando los sionistas afirman de forma diferente o etiquetan a los escépticos de antisemitas, agregan una justificación para el odio de los sionistas. Ellos plantan las semillas de la autodestrucción.

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