El Herald Tribune traía ayer una columna de Roger Cohen despotricando contra la campaña publicitaria que el gobierno de Israel ha lanzado en Estados Unidos pidiendo a los emigrantes israelíes judíos que residen en Estados Unidos, cerca de un millón, que regresen a Israel.
Fuente: Eugenio García Gascón, Público – España
La campaña ha suscitado una enconada y airada reacción de una parte de la comunidad judía en Estados Unidos, que son más de cinco millones en su conjunto, y el primer ministro Binyamin Netanyahu ha tenido que intervenir y ordenar el fin de la campaña.
Cohen arremete con dureza contra Israel mencionando algunos aspectos críticos que en este blog se abordan de tanto en tanto. Dice Cohen: “They (los emigrantes israelíes judíos en Estados Unidos) are troubled by the illiberal drift of Israeli politics, the growth of a harsh nationalism, the increasing influence of the ultrareligious, the endlessness of the ‘situation’, and the tension inherent in a status quo that will one day threaten either Israel’s Jewishness or its democracy”.
Cohen es un peridista valiente. Últimamente denunció la “matanza de cientos de níños palestinos” en la invasión israelí de Gaza de hace tres años, ha pedido el final de la expansión colonial israelí en los territorios ocupados, y ha criticado a la administración Obama por mantener una política que se ha revelado inútil con respecto al conflicto entre israelíes y palestinos.
Todo eso está muy bien, pero Cohen debería señalar también a los responsables de que la situación siga siendo la que es. Es gente con nombre y apellido, como Dennis Ross o Martin Indyk. Algunos de ellos llevan décadas en la administración de Estados Unidos obedeciendo las directrices que salen de Israel.